martes, 19 de octubre de 2010

Maravilla

Me he sentado como todos los días,

o casi todos

en una oficina sin ventanas;

me siento y casi no estoy.

Tal vez, digo, mejor hubiera sido no venir.

He perdido la alegría en un pasillo,

tengo el amor amontonado y húmedo

como un trapo, aquí

donde se generan los latidos sin aliento,

y parece que todo fuera nada.

Leo los diarios,

escarbo los mundos circundantes,

y entonces, cuando estoy distraída,

alguien llega

y me devuelve la alegría,

a mí,

que todavía no sé quién soy.

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