La casa es ahora
un fantasma vencido,
y dos árboles
que nos vieron crecer en su sombra.
Su blancura oxidada gotea
humedades grises,
y los pasillos y escaleras manchados
parecen enfermos.
Hay cajones de pasado en el ropero,
puertas que ya no cierran como antes,
baldosas flojas
y un jazmín que guarda el recuerdo.
La casa queda vacía.
Los árboles en cambio,
cuidan los gorriones que ya
no nos pertenecen.
jueves, 16 de septiembre de 2010
La casa
martes, 14 de septiembre de 2010
Brújula
Parece un desierto la tarde.
Miro a la distancia,
y entonces,
soy la distancia
hacia los cuatro puntos cardinales.
Al oeste
la boca oscura del horizonte
que devora el sol ardiente,
al este, el latido de los pájaros
que musicalizan como sopranos el ocaso,
al norte, una brisa con aromas de duraznos.
Al fin, el sur
una rosa abierta que cae en pétalos
para volver a ser de la tierra
o de tus manos.
sábado, 11 de septiembre de 2010
Glicinas
Asoman
desde el desnudo tallo,
en la fiebre de octubre.
En días breves, tus pétalos,
como ángeles vestidos de violeta
pintan la ventana
de frescura etérea
y luminosa.
desde el desnudo tallo,
en la fiebre de octubre.
En días breves, tus pétalos,
como ángeles vestidos de violeta
pintan la ventana
de frescura etérea
y luminosa.
Gabriela Bayarri
viernes, 10 de septiembre de 2010
Ocres
Es la hora de la tarde
en que los árboles
guardan el canto
de los pájaros.
Alguien pasa
mirando el silencio
a sus pies.
Crujen los nogales,
y en cada hoja
crece el otoño.
en que los árboles
guardan el canto
de los pájaros.
Alguien pasa
mirando el silencio
a sus pies.
Crujen los nogales,
y en cada hoja
crece el otoño.
Gabriela Bayarri
Giros
Las naranjas giran
desparraman
su color
sobre la mesa,
su frescura
entre las manos.
Giran,
dan vueltas porque sí
como el retorno circular del viento
sobre nuestra sombra.
Gabriela Bayarri
jueves, 9 de septiembre de 2010
Maravilla
Me he sentado como todos los días,
o casi todos
en una oficina sin ventanas;
me siento y casi no estoy.
Tal vez, digo, mejor hubiera sido no venir.
He perdido la alegría en un pasillo,
tengo el amor amontonado y húmedo
como un trapo, aquí
donde se generan los latidos sin aliento,
y parece que todo fuera nada.
Leo los diarios,
escarbo los mundos circundantes,
y entonces, cuando estoy distraída,
alguien llega
y me devuelve la alegría,
a mí, que todavía no sé quién soy.
Gabriela Bayarri
Me he sentado como todos los días,
o casi todos
en una oficina sin ventanas;
me siento y casi no estoy.
Tal vez, digo, mejor hubiera sido no venir.
He perdido la alegría en un pasillo,
tengo el amor amontonado y húmedo
como un trapo, aquí
donde se generan los latidos sin aliento,
y parece que todo fuera nada.
Leo los diarios,
escarbo los mundos circundantes,
y entonces, cuando estoy distraída,
alguien llega
y me devuelve la alegría,
a mí, que todavía no sé quién soy.
Gabriela Bayarri
martes, 7 de septiembre de 2010
Septiembre
Tordos
Un cielo esmerilado
sitia esta hora.
El aire
sostiene el canto de los pájaros,
que buscan el sueño.
Una luz frágil
se triza con el canto de los tordos,
racimo de alas negras,
como la noche próxima.
Un cielo esmerilado
sitia esta hora.
El aire
sostiene el canto de los pájaros,
que buscan el sueño.
Una luz frágil
se triza con el canto de los tordos,
racimo de alas negras,
como la noche próxima.
Abril
La mañana deambula
entre la fila de álamos.
Se puebla el aire de hojas y semillas.
Abril es así:
un pueblo de vientos con vilanos
que se deshacen de un soplo
hacia lo eterno.
La mañana deambula
entre la fila de álamos.
Se puebla el aire de hojas y semillas.
Abril es así:
un pueblo de vientos con vilanos
que se deshacen de un soplo
hacia lo eterno.
Gabriela Bayarri
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